
Varios medios de comunicación se hacen eco de la noticia del premio Hume 2018.
Y para ilustrar al lector, he aquí algunos ejemplos: el horno de una
herrería medieval que queda en pie en el regato
da ferreiría, en el límite de los concellos de Monfero y Pontedeume, antaño
propiedad del monasterio de Caaveiro, hace unos meses ha perdido casi la mitad
de su muro de piedra. Una de las escasísimas “hórreas” o graneros que existen
en esta comarca, languidece en O Valado-Monfero. El machuco o martinete de
Cabalar en el concello de A Capela, singular muestra de la energía hidráulica
aplicada a la transformación del hierro, con casi tres siglos de antigüedad, se encuentra derruido; la preciosa capilla
medieval de A Ermida, en Queixeiro- Monfero, con pinturas en su interior, tiene
su fachada a punto de desplomarse, lo que ya ha sucedido con la cubierta del
atrio de la de santo André, no muy distante, o la de san Antón, en Bermui- As
Pontes- que está absolutamente inservible.
Otro tanto podríamos decir de construcciones de menor entidad
constructiva, pero no por ello menos importantes desde el punto de vista
etnográfico como las curripas, para
recoger las castañas, los cabanos, alpendres,
palleiras, hornos, hórreos, fuentes,
lavaderos, molinos, etc… La lista sería interminable.
En el capítulo de la arquitectura e ingeniería industrial, tenemos una
importante deuda con la antigua central eléctrica de A Ventureira, cuya vida
útil se extinguió a mediados del XX al entrar en funcionamiento la nueva central
del Eume. Sus instalaciones son pasto del saqueo de los depredadores después
de haber provisto de energía eléctrica a
una parte de la provincia. El malogrado anteproyecto de conversión en museo
habría que recuperarlo para poner en valor un elemento tan valioso de la
arqueología industrial.